sábado, 19 de marzo de 2011

MARAVILLA DE BARBEITO.

No he encontrado nada mejor para inaugurar este blog, que esta maravilla que don Antonio García Barbeito nos regaló a los sevillistas en el pregón del Centenario del Sevilla FC:


No tengo cambio a la vista:

sevillista yo nací

y moriré sevillista.

Si dibujo la Giralda

y un cielo azul por arriba,

la rocío de azahar

y de vieja sangre artista,

le pongo un río a sus pies

y pongo versos de orillas,

la pongo frente a la luz

y hasta la luz siente envidia,

y echo a rodar un balón

por un Nervión futbolista,

el fútbol se hace pasión

que no golpea, acaricia.

Blanquirrojea en el sur

la pasión definitiva.

Y por más que otros se empeñen

en volcar ortografías

y escriban siempre con be

lo que es con uve inequívoca,

esta ciudad, esta mujer,

esta gloria fugitiva

solamente tiene un nombre

con siete letras: SEVILLA.

Cien años cumples, mi amor,

mas tienes la gran virtud

de vivir en juventud

como eternizada flor.

Blanquirrojo tu color,

vives del tiempo testigo.

yo te sueño y te persigo

con la única intención

de dejar mi corazón

cumpliendo siglos contigo.

¿Qué hago, enciendo cien velas

y te pido: “Sopla, sopla…”,

¿o encargo al cielo una copla

cantada por cien abuelas?

Vístete de lentejuelas,

y óyeme lo que te digo:

hazle un sitio por tu abrigo

a mi amor desmesurado:

quiero quedarme a tu lado

cumpliendo siglos contigo.

Cientos de silencios tuyos

se han venido hasta el octubre

a ver si tu amor los cubre

con su delicado arrullo.

¿Oyes, mi amor, el murmullo

que está hoy aquí conmigo?

¿Oyes la emoción? Te obligo,

lo merece esta afición,

a que dejes su pasión

cumpliendo siglos contigo.

¿Qué cielo quieres que baje

a rodear tu cintura?

¿Qué jardín, de qué locura,

para rizarte de encaje?

Mira la pasión que traje

en el nombre más amigo.

Aquí siguen, aquí sigo,

aquí estamos, a la vista,

una pasión sevillista

que quiere morir contigo.

¿Regalos de qué tamaños

para celebrarte a ti,

en qué alfombra andalusí

paseamos tus cien años?

¿Con qué telas, con qué paños

tu nombre no desabrigo,

para que pueda tu trigo

seguir dándonos espigas

hasta donde tú nos digas,

siglos tras siglos contigo?

Déjame que hoy yo me vista,

por lo de tu centenario,

con mi traje de diario,

mi condición sevillista.

No se presta, se conquista

tan preciada maravilla.

Y es tan alta y tan sencilla,

que para sentirme hombre

a mí me basta tu nombre

sonándome aquí: Sevilla.